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La COP29, inicialmente programada del 11 al 22 de noviembre en Bakú, Azerbaiyán, concluyó el domingo 24 a las 3:45 hora local (00:45 CET), tras una prórroga que la extendió casi dos días.
Las negociaciones, que habían quedado estancadas durante la segunda semana, culminaron con un acuerdo alcanzado en el último momento.
¿Qué es la COP29 y cuál es su importancia en el cambio climático?
La vigésimo novena Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también conocida como la Cumbre del Clima 2024, es la continuación de los esfuerzos concretados en el histórico Acuerdo de París en la COP21 de 2015, cuyo objetivo principal es limitar el aumento de la temperatura media global a menos de 2°C por encima de los niveles preindustriales, con la aspiración de mantenerlo por debajo de 1.5°C.
Desde entonces, cada edición de esta cumbre se ha enfocado en implementar este compromiso mediante acuerdos, estrategias y acciones concretas.
En la COP28 del año pasado, el Consenso de los Emiratos Árabes Unidos marcó un hito al establecer claramente qué se necesita: una transición energética "equitativa y ordenada" para alcanzar la neutralidad de carbono en 2050.
Sin embargo, el cómo lograr este objetivo quedó sin resolverse, particularmente en lo relacionado con el financiamiento, indispensable para hacerlo realidad.
Principales resultados de la COP29
La Cumbre del Clima 2024 dejó acuerdos y debates significativos que probablemente marcarán la agenda climática en los próximos años.
A continuación, las principales claves de las negociaciones que definieron este encuentro.
Financiamiento climático
El principal propósito de la COP29 fue alcanzar un consenso sobre un nuevo objetivo de financiamiento climático, destinado a sustituir el compromiso de 100,000 millones de dólares anuales.
Como resultado, los países con economías industrializadas se comprometieron a otorgar subvenciones por 300,000 millones de dólares anuales hasta 2035 a los países con economías en desarrollo; esto, con el objetivo de apoyar a dichas naciones en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), el abandono de los combustibles fósiles y la adaptación al calentamiento global.
No obstante, surgieron tensiones debido a que el monto acordado quedó por debajo de las peticiones iniciales que solicitaban al menos 500,000 millones de dólares anuales y, por su parte, los países industrializados evitaron comprometerse con cifras concretas hasta el último momento, argumentando que para recaudar dichos fondos sería indispensable la participación del sector privado.
En esta línea, los 45 países con economías menos industrializadas y el grupo de aproximadamente cuarenta pequeños Estados insulares expresaron su frustración, alegando que no se les escuchaba ni consultaba adecuadamente. No obstante, al final accedieron a no obstaculizar el acuerdo.
Estos países habían solicitado que una parte específica de la ayuda financiera les fuera reservada, a pesar de la oposición de algunos países de América del Sur y África.
Finalmente, el acuerdo establece como meta para 2030 triplicar la financiación, principalmente pública, a través de fondos multilaterales, dándoles prioridad a estas naciones.
Asimismo, diversos asistentes puntualizaron que la cifra final está lejos de los 1.3 billones de dólares al año (trillones en inglés) que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera necesarios para que estas naciones puedan adoptar energías limpias y mitigar los impactos de eventos climáticos extremos.
Un punto clave del conflicto fue el argumento sobre que los países industrializados son los principales responsables de las emisiones históricas que han acelerado el calentamiento global.
A esto se suma que las proyecciones anticipan daños globales por 38 billones de dólares debido al cambio climático para el año 2050.
No obstante, y a pesar de las críticas, algunos han celebrado el acuerdo como un avance, pues supone un aumento respecto al primer objetivo de 100,000 millones de dólares, considerándose un paso importante hacia la cooperación global.
Es importante mencionar que el llamado Acuerdo de Bakú no es jurídicamente vinculante, pero llega en un crítico momento en el que 2024 se perfila como el año más cálido jamás registrado, tras una serie de meses con temperaturas medias excepcionalmente altas.
Según el análisis de seis conjuntos de datos internacionales utilizados por la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la temperatura media global del aire en superficie entre enero y septiembre de 2024 fue 1.54°C superior a la media preindustrial, impulsada por el fenómeno de El Niño.
Además, el periodo 2015-2024 se estima que se consolidará como la década más cálida de la historia.
Por lo que, aunque considerado insuficiente, este acuerdo se ve como un paso en la dirección correcta para abordar una crisis que requerirá acciones mucho más contundentes en los próximos años.
Países vulnerables y Hoja de Ruta hacia futuras cumbres
En la COP29 se acordó desarrollar una hoja de ruta hacia la COP30, que se celebrará en noviembre de 2025 en Belém, Brasil.
Esta hoja de ruta aborda cómo incrementar las finanzas climáticas, ofreciendo a los países receptores una nueva oportunidad de recibir fondos adicionales principalmente en forma de donaciones, dado que actualmente el 69% de la financiación climática consiste en préstamos, agravando la crisis de deuda de los países más vulnerables.
El componente del acuerdo relativo a la adaptación cumple con algunas demandas de la sociedad civil, como la creación de indicadores de progreso y la inclusión de un punto fijo en las agendas de futuras cumbres.
Aunque el término "vulnerabilidad" suele aplicarse a países con economías en vías de desarrollo, recientes catástrofes como las inundaciones en España demuestran que incluso los países con economías desarrolladas son vulnerables.
Sin embargo, en la cumbre de este año se especificó que la diferencia radica en que los países no industrializados tienen muchos menos recursos para manejar desastres naturales, lo que motivó la creación de un Fondo de Pérdidas y Daños en la COP27; sin embargo, según estimaciones, este fondo debería contar con 400 mil millones de dólares anuales, aunque hasta ahora no ha alcanzado los mil millones.
Formalización del mercado de créditos de carbono
Los países lograron un acuerdo durante la COP29 para establecer un marco regulatorio que permitirá la creación de un mercado global de compraventa de créditos de carbono, en virtud del artículo 6 del Acuerdo de París.
Este mercado, según sus defensores, tiene el potencial de movilizar miles de millones de dólares en nuevos proyectos dirigidos a combatir el cambio climático.
El acuerdo se centra en garantizar la credibilidad del sistema para que se pueda reducir de manera confiable las emisiones de GEI responsables del calentamiento global.
Como contexto, los créditos de carbono se generan a través de proyectos como la reforestación o la instalación de energías renovables, como parques solares en países no industrializados, otorgando un crédito por cada tonelada métrica de carbono que se reduzca o absorba.
Estos créditos pueden ser adquiridos por países y empresas para cumplir con sus objetivos climáticos.
El acuerdo inicial alcanzado al comienzo de la cumbre permitirá la implementación de un sistema de comercio centralizado supervisado por la ONU a partir del próximo año.
Asimismo, las negociaciones posteriores se enfocaron en diseñar un sistema paralelo de comercio bilateral que permitirá a los países realizar transacciones directas.
Entre los puntos clave a definir estaban la estructura del registro de créditos, los requisitos de transparencia sobre los acuerdos alcanzados y las acciones necesarias cuando los proyectos no cumplan con las expectativas.
La Unión Europea presionó por una mayor supervisión de la ONU y más transparencia en los intercambios, mientras que Estados Unidos defendió mayor autonomía para los países en sus acuerdos.
En el texto final la UE aseguró servicios de registro para aquellos países que no puedan implementar sus propios sistemas, mientras que Estados Unidos logró que la inscripción en dichos registros no implicara automáticamente la validación de la ONU.
Aunque la creación de un mercado global de créditos de carbono fue uno de los objetivos principales de las negociaciones en Bakú, este tipo de comercio bilateral ya estaba en marcha.
Países como Vanuatu, Tailandia y Ghana han cerrado acuerdos para vender a Suiza los denominados Resultados de Mitigación Transferidos Internacionalmente (ITMO, por sus siglas en inglés).
Los ITMO representan una tonelada de GEI reducida o eliminada de la atmósfera, cuyo impacto debe ser verificado por una entidad independiente.
Este instrumento surge del artículo 6.2 del Acuerdo de París, que establece un marco para que los países transfieran sus resultados de mitigación de GEI a otras naciones, ayudándolas a cumplir con sus compromisos de reducción de emisiones establecidos en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC).
Hasta ahora, decenas de países han cerrado acuerdos similares. Según la Asociación Internacional de Comercio de Emisiones (IETA), este mercado, respaldado por la ONU, podría alcanzar un valor de 250,000 millones de dólares anuales para 2030, contribuyendo a compensar 5,000 millones de toneladas métricas de emisiones de carbono cada año.
Sobre las nuevas centrales de carbón
Un grupo de 25 países, en su mayoría naciones industrializadas, anunció en la COP29 su compromiso de no construir nuevas centrales de carbón que carezcan de sistemas para capturar dióxido de carbono (CO₂), con el objetivo de motivar a otras naciones a abandonar esta fuente de energía altamente contaminante.
Entre los firmantes de este acuerdo voluntario se encuentran Reino Unido, que recientemente clausuró su última central de carbón, Canadá, Francia, Alemania y Australia, uno de los mayores productores de carbón a nivel mundial.
Sin embargo, grandes emisores como China, India y Estados Unidos decidieron no unirse a la iniciativa.
El acuerdo estipula que los futuros planes climáticos de estos países no incluirán nuevas centrales de carbón sin mecanismos de captura de CO₂.
Sin embargo, no exige a los firmantes renunciar a la extracción o exportación de carbón, un combustible fósil cuya quema genera más emisiones de CO₂ que el petróleo o el gas y cuyo consumo sigue aumentando a nivel global.
Además de las naciones industrializadas, países como Angola, Uganda y Etiopía también se unieron al compromiso, que fue desarrollado en el marco de la alianza global Powering Past Coal Alliance.
Ausencia de la eliminación directa de los combustibles fósiles
Los esfuerzos para implementar el acuerdo de la COP28 de Dubái sobre la eliminación de los combustibles fósiles no prosperaron y el texto correspondiente fue finalmente descartado.
Como resultado, la COP29 concluyó sin abordar directamente este tema, una omisión que varios países lamentaron.
François Gemenne, investigador belga especializado en política climática y coautor del sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), expresó su preocupación al señalar que, al menos se esperaba una reafirmación de los compromisos asumidos en la COP28, algo que no ocurrió.
Por su parte, Laurence Tubiana, figura clave en la creación del Acuerdo de París de 2015, criticó la falta de ambición en los resultados de la cumbre de Bakú y atribuyó parte del problema a una presidencia de la COP mal preparada; sentimiento que se reforzó cuando el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, inauguró la COP29 alabando los combustibles fósiles como un "regalo de Dios".
Natalie Jones, del Instituto Internacional para el Desarrollo Sostenible, calificó la exclusión del tema de los combustibles fósiles como un grave retroceso.
Además, anticipó que este hecho podría traducirse en un año de avances perdidos y un liderazgo climático debilitado, especialmente con el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
Mientras tanto, la omisión de compromisos sobre combustibles fósiles también estuvo presente en la declaración final de la cumbre del G20 en Brasil, que coincidió con la COP29.
Esta discusión se retomará en una reunión prevista en Alemania en junio del próximo año, generando expectativas de que se logren avances más significativos en el futuro.
México en la COP29
Durante su participación en la conferencia, la delegación mexicana reafirmó el compromiso del país de alcanzar cero emisiones netas para 2050, alineándose con los objetivos del Acuerdo de París.
Enrique Ochoa, subsecretario para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la Secretaría de Relaciones Exteriores, reiteró el llamado de la presidenta Claudia Sheinbaum, realizado previamente en la Cumbre de Líderes del G20, para destinar el 1% del gasto militar global a un programa de reforestación.
Este programa tendría como objetivo recuperar 15 millones de hectáreas y capturar millones de toneladas de dióxido de carbono.
Además, Ochoa destacó que el Plan Nacional de Energía contempla aumentar la generación de electricidad a partir de fuentes limpias a más del 40% para 2030.
México también enfatizó la importancia de la equidad intergeneracional como un componente clave de la justicia climática y subrayó la necesidad de garantizar la provisión de recursos y la movilización de medios para fortalecer las estrategias de mitigación.
Reflexiones e impactos clave de la COP29
La COP29 dejó múltiples temas pendientes, especialmente en lo que respecta a los países más vulnerables al cambio climático.
Los expertos advierten que, sin los recursos necesarios, estas naciones no podrán adaptarse de manera efectiva ni realizar la transición a energías renovables a la escala necesaria para enfrentar la crisis climática.
Un ejemplo que ilustra esta disparidad es que, en 2023, Bélgica instaló casi la mitad de la capacidad solar que toda África logró en un año, resaltando la marcada diferencia en la capacidad de acción climática entre las regiones.
En cuanto a consecuencias, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé que entre 2030 y 2050, el cambio climático podría causar aproximadamente 250,000 muertes adicionales al año. Estimación que incluye las muertes por malnutrición, malaria, diarrea y golpes de calor.
Además, la ONU ha advertido que el objetivo de limitar el calentamiento global a 1.5ºC está en riesgo.
Sin acciones decisivas, se espera que superemos los 2ºC, con la posibilidad de alcanzar un incremento de hasta 3ºC para finales de este siglo, lo que tendría graves consecuencias para el planeta.
Por lo anterior, es importante actuar con responsabilidad, implementando soluciones transformadoras que prioricen a las comunidades más vulnerables y aseguren un futuro sostenible para todos.
Aunque la Cumbre del Clima 2024 logró acuerdos importantes, persiste el descontento entre los asistentes, especialmente por la falta de compromisos sólidos para eliminar gradualmente los combustibles fósiles, evidenciando el largo camino que queda por recorrer.
La próxima COP30 será un punto clave para abordar estos desafíos y fomentar medidas climáticas más ambiciosas que marquen una diferencia.